Miró su reloj y las agujas marcaban exactamente las doce de la noche. Baji se levantó del sofá y se quitó la musculosa. Ató su cabello con una coleta y salió al balcón.
Al otro lado de la angosta calle se encontraba ese misterioso gatito que apenas ronroneaba. Sobre sus labios tenía un cigarrillo que apenas había encendido y su ropa estaba desaliñada. No obstante, su expresión distaba mucho de ser placentera, sino que era una colmada de frustración. El nerviosismo era palpable y Baji estaba dispuesto a comprobar si aquellos encuentros casuales eran gracias a su táctica de seducción o era una simple fantasía del azabache.
Para comenzar, decidió elongar su cuerpo. Realizó algunos estiramientos de sus piernas y cuando estuvo un poco más preparado, tomó la soga para saltar. Eran ligeros, sin desgaste innecesario de energía y con un objetivo que no dejaba de mirarlo.
El sudor empezaba a presentarse y con él, sus expresiones lascivas. Baji mordía su labio inferior y acariciaba sutilmente los pronunciados abdominales que trabajaba arduamente. Por esa razón, decidió continuar con el ejercicio que tanto adoraba su presa.
Cada vez que levantaba su torso del suelo, su mirada iba directamente al balcón de enfrente. El sujeto que se encontraba recargado en ella no quitaba la vista de encima y sus expresiones daban cuenta que la atracción era mutua.
Definitivamente su táctica estaba dando muy buenos resultados.
Asimismo, uno de sus mejores amigos dijo que el tipo se llamaba Chifuyu y que su historial amoroso era lo suficientemente amplio como para superar al suyo. Ese hombre era realmente muy atractivo como para perderlo en los terrenos de la heterosexualidad y estaba dispuesto a demostrarle que no sólo las mujeres podían darle placer. Él como hombre podía hacerle tocar el cielo con sus manos y no se detendría hasta que notara su presencia.
De hecho, el plan estaba rindiendo frutos pues su presa no dejaba de mirarlo cada noche; esperando por su extraña rutina nocturna.
Todo marchaba de maravilla hasta que su celular comenzó a sonar y maldijo la existencia de quien se atreviera a interrumpir su cacería. Con pesar, Baji ingresó al interior de su hogar y tomó su celular. Miró la pantalla con desdén y gruñó al darse cuenta de que se trataba de un mensaje de Mikey.
—¡Baji! ¿Puedes acompañarme mañana al antro? Necesito desahogar mis penas o moriré.
Al leer el corto y dramático mensaje del entrenador, resopló y procedió a responderle:
—Si el chisme está interesante, iré. Sino tendrás que aguantarme con cara de pocos amigos durante todas las horas que te embriagues.
—¿Tú crees que te invitaría a un lugar así para nada? ¡¡Por supuesto que tengo algo que contarte!! Así que prepárate para escucharme, eh.
—Es un trato. Nos vemos allá mismo entonces.
Una vez que Mikey leyó el último mensaje y no volvió a enviarle nada más, Baji retomó su actividad. Buscó una botella de agua helada de su nevera y salió al balcón. Al percatarse de que su vecino ya había cerrado la ventana y apagado las luces, suspiró con frustración. Destapó la botella y arrojó un poco de esa agua fría sobre su cabeza, cayendo lentamente a través de su abdomen. Disimuló el escalofrío que recorrió su espalda y sonrió. Estaba seguro de que su vecino no se quedaría satisfecho con una insulsa sesión de ejercicios y debía redoblar la apuesta con una atrevida performance que solamente él podría hacer.
Soltó su cabello y lo revolvió, dejándolo completamente desordenado. Bebió lo que quedaba en su botella y procedió a regresar al interior de su departamento. Una sonrisa victoriosa se dibujó en su rostro, dando cuenta de que volvió a ganar en su carrera de conquista.
«Chifuyu, pronto sabrás que existen muchos placeres carnales que ignoras hasta ahora... »
[...]
Ese mismo día, Manjiro se encontraba trabajando en su gimnasio como todos los días. De hecho, era tan monótono que ni siquiera le encontraba sentido a su propia labor.
Hombres, mujeres... Coqueteos de por medio y rechazos de su parte. Todo era igual siempre.
No fue hasta que Takemichi cruzó la puerta de entrada que él sintió cómo su mundo volvió a sonreírle y a adoptar unos maravillosos colores antes desconocidos. Era un hecho que el amor que sentía por ese chico lo tenía demasiado enloquecido, al punto de olvidar sus propios pendientes.
—¡¡Mikey!! —exclamó con euforia mientras se acercaba a él. Corrió hasta donde se encontraba y esbozo una amplia sonrisa.
El corazón de Manjiro desbordaba emoción, mas debía ser discreto ante los demás o, incluso, Takemichi podría descubrir ese secreto.
Cuando lo veía acercarse a él, recordaba ese instante en la fiesta. El mismo Takemichi lo habia invitado a bailar y Mikey no pudo negarse a ello. Su atracción por Hanagaki había sido inmediata y desde el primer día que lo vio, su corazón lo había elegido. De hecho, sabía que sus sentimientos nunca podrían ser correspondidos pero aún así siguió amándolo en silencio.
Pero no fue hasta que lo vio con Hina que su alma gritó desde el fondo del inframundo para luchar. Ese baile y posterior beso apasionado no quedaría en el arcón de los recuerdos.
—¡¡Has venido!! ¡Felicidades, Takemichi! —exclamó con calma y una sonrisa ladina.
Hanagaki respiró profundo y exhaló. Luego, abrió sus ojos ampliamente y gritó: —¡¡Estoy dispuesto a que me enseñes todo, Mikey!!
Absorto ante sus palabras y sus pensamientos jugándole una mala pasada, las mejillas de Sano se ruborizaron. Al notar que todos estaban viéndolo, el entrenador pasó su brazo por encima de los hombros de Hanagaki y lo arrastró hasta uno de los rincones más solitarios del gimnasio.
—¡¡Oye, contrólate!! —farfulló y clavó su índice en su abdomen. —¡¡No somos niños pequeños ni estamos en la cancha para que estés a los gritos!!
Takemichi reía ante el reclamo y más al recordar las palabras de Hina: "Lo primero que debes hacer es acercarte a él. Sé que puede actuar como presumido pero es un hombre muy interesante cuando lo conoces de verdad. También soy consciente de que no has ejercitado por mucho tiempo pero, por favor, insiste para que él personalmente te entrene. ¡Ah! Y antes que me olvide, quédate hasta lo último. Yo misma iré por ti y comprobaremos su nivel de celos cuando me vea contigo."
«Hina, eres muy cruel. » pensaba mientras lloraba internamente.
»—Antes de comenzar con cualquier ejercicio, deberás hacer calentamiento y, dicho sea de paso, analizaré tu estado físico para elaborar una rutina para ti. —afirmó y miró con discreción el cuerpo de su nuevo cliente.
Dicho esto, le señaló los ejercicios que debía realizar para evitar futuras complicaciones al momento de comenzar con la verdadera rutina. Cuando Takemichi procedió a hacerlas, Mikey no podía evitar mirar cada movimiento que realizaba, el sudor cayendo por su frente y cómo se esforzaba para cumplir con cada uno de ellos.
Mikey observó y analizó a detalle cada ejercicio, sonriendo al notar que podía cumplir con cada una de ellas. No fue hasta que Takemichi se encontraba realizando el "gusano" que Mikey tuvo que intervenir debido a una mala ejecución. Las manos de Takemichi estaban mal ubicadas y eso podría provocar una lesión si no lo detenía a tiempo.
—¡¡Espera, Takemichi!! —gritó al ver que las manos del aludido se habían resbalado y el cuerpo estaba a punto de caer.
Manjiro sostuvo su cintura y así evitó una fuerte caída que pudiera provocarle molestias.
El entrenador no podía creer que sus manos volvieran a tocar su cuerpo, que se aferraran a su ser tal como esa vez. Hanagaki, por su parte, estaba atónito. Estaba seguro de que anteriormente experimentó esa sensación tan placentera de ser aprisionado de esa manera. No, no tenía lógica que esas manos se parecieran a las de ella.
No, Mikey no era Caperucita. Eso quería creer.
Los minutos habían pasado más rápido de lo que esperaba y ese último ejercicio se realizó justo antes de que los demás se retiraran.
Por ende, Takemichi y Mikey estaban solos. El entrenador sostenía el cuerpo del otro, anhelando ir más allá que un simple roce ocasional.
—G-gracias, Mikey. —murmuró al sentir el cálido aliento de Manjiro en su espalda.
Se incorporó con temor a voltear a verlo. La tensión era extraña y presentía que algo no marchaba bien con Manjiro. Takemichi estaba seguro de que el plan de Hina sería complicado de realizar, mas no imposible.
Sin embargo, él no podía quedarse con la idea de no ver su expresión, de darle respuesta a ese instante en el cual ambos ya no eran entrenador y principiante. Allí notó su rostro ruborizado y su respiración agitada.
¿No se suponía que él era quien estaba ejercitándose?
No obstante, aquella imagen distaba mucho de su apariencia presumida de la que tanto hablaban los demás. Se lo veía vulnerable, un tanto tierno y nada presuntuoso. Hanagaki estaba absorto, pues jamás tuvo el privilegio de ser el primer espectador en ese campo del amor que Mikey le estaba ofreciendo sin darse cuenta.
—L-la próxima —Tragó saliva y desvió su mirada. —sé más cuidadoso. No quiero accidentes en mi local.
Takemichi asintió y respiró profundo. Aquel ambiente tenso no era nada agradable y, al mismo tiempo, le despertaba curiosidad en cuanto a qué podría gustarle a Hina. Él era muy guapo, no lo negaba, pero su actitud era bastante molesta en ocasiones. Trataba de cuidar su cuerpo, su salud y su apariencia mucho más que cualquier persona; asimismo, una vez al año rompía su dieta únicamente para comer dorayakis.
Así era Manjiro Sano.
—¡¡Takemichi!! —La dulce y melodiosa voz de Hina lo regresó a la realidad y era el momento ideal para llevar a cabo su plan.
Ella se encontraba en la entrada, luciendo un vestido rojo holgado y un sombrero a juego. Con una amplia sonrisa y un semblante pacífico, la mujer esperaba reencontrarse con él.
Mikey apenas escuchó el saludo del hombre que tanto amaba, viéndolo irse directamente hacia Hina. Sano respondió automáticamente a ello, desconociendo por completo algún tipo de reacción consciente. Su mirada se centró en ellos, en ese vínculo que anhelaba conocer. Vio cómo aquellos frágiles brazos se aferraban a su cuello, también cuando sus labios se acercaron tímidamente a los de él e, incluso, presenció el momento exacto en el que Takemichi se ubicó estratégicamente de frente a Sano y cómo sus ojos se abrieron en medio de un dulce beso que destruyó su corazón en mil pedazos.
Por un instante, pensó en correr hacia ellos y separarlos, arrebatarle a Hina el amor que Takemichi pudiera brindarle... Pero no pudo hacer más que quedarse paralizado, congelado en una realidad que le hubiera encantado no ver. Un momento en el cual ni siquiera Takemichi podía concentrarse plenamente en Tachibana, puesto que su atención se centraba en él y su reacción.
No podía hacer nada. Todo estaba perdido en ese momento y por más que guardara esa imagen de él haciendo ejercicios de manera torpe, su corazón podría estar junto a esa chica.
—¡¡Nos vemos, Mikey!! —gritó Hina en un intento de captar su atención.
—¡¡Sean felices!! —respondió sin pensar y con su voz quebrada.
Dio media vuelta y mordió su labio inferior con fuerza, al punto de herirse sin pensarlo. La rabia lo carcomía por dentro, lo desgarraba brutalmente por su actitud indecisa.
«¿Qué debería hacer para que tú voltees a notar mi existencia? ¿Qué tiene ella que yo no?»
Sus conflictos internos sólo lo encerraban dentro de una burbuja de inquietud en el que nada ni nadie podía rescatarlo. A menos que sea el mismo Takemichi...
[...]
Faltaban sólo algunas noches más para que el gran acontecimiento se llevara a cabo y Seishu estaba completamente listo para confrontar a Kokonoi.
No había pruebas que lo incriminara en delitos, pero sí imágenes que podrían dejarlo muy mal parado frente a su familia.
Su ansiedad lo había dominado, así que no aguantó el secreto de no revelarle a Akane que él había llegado a la ciudad y no tuvo otra opción que encontrarse con ella en la cafetería del centro. Tal como se esperaba de él, Seishu había llegado con varios minutos de anticipación y dedicó ese tiempo a solas para reflexionar acerca de lo que supo de su futuro cuñado: una doble vida que Akane nunca podría imaginar y una razón desconocida que podría dañar su corazón.
—¡¡Seishu!! —exclamó la joven con algarabía, corriendo ligeramente hasta él. El aludido volteó a verla y se puso de pie para recibirla. —¡¡Te extrañé tanto, hermanito!!
Unidos en un cálido y sentido abrazo, los hermanos Inui expresaron su cariño sin ninguna palabra de por medio. Sus corazones latían al mismo tiempo, demostrándoles que la distancia los había perjudicado más de la cuenta.
—¡¡Akane!! —musitó y tomó con delicadeza las suaves manos de su hermana. —¡¡Estás muy guapa!!
—¡¡Muchas gracias!! —expresó con una amplia sonrisa y sus mejillas sonrojadas. Ella lucía un traje negro y una camisa color rosa pastel que realzaba el brillo de su rostro angelical. —Este atuendo lo eligió Koko especialmente para verme contigo.
Seishu asintió. Estaba seguro que ese hombre tendría buen gusto por la moda y sabía exactamente lo que podría quedarle bien a su hermana sin necesidad de abusar de la excentricidad.
—Veo que tu novio tiene un gran sentido de la moda y la belleza... —espetó y acarició su cabello, acomodando un mechón detrás de la oreja derecha. —Ahora puedo comprobar que tú sí eres muy feliz.
—¡Por supuesto! —La joven acarició sus mejillas y luego procedió a sentarse. Su hermano la imitó, ubicándose frente a ella. —De hecho, te invité aquí porque quiero pedirte algo.
—Dime, tú sabes que haré todo por ti.
Akane parecía inquieta y Seishu estaba seguro de por dónde vendría su actitud. De hecho, él también había decidido llegar antes por la misma razón.
—Nuestros padres, tú sabes... —murmuró y juntó sus manos, enlazando sus dedos. —Ellos querrán avasallar a Koko con preguntas muy incómodas para él e incluso yo presiento que no la pasaré muy bien.
Eso lo sabía a la perfección. Sus padres eran muy meticulosos respecto a la información privada de sus hijos, al punto de convertirse en unos persecutores de sus vidas. No era nada agradable para ellos, pero más lo era para quienes se unieran al círculo íntimo de los Inui.
»—Si tú puedes hacerme el favor de acercarte a Koko y advertirle acerca de lo que ellos podrían cuestionarle, estaré muy agradecida. Sé que no a todos les gusta mencionar detalles de su trabajo y más cuando se trata de un empresario tan prestigioso. Quiero cuidarlo y que él pueda sentirse cómodo con nuestra familia —suspiró y levantó la mirada hacia su hermano. —. Si tú aceptas, convenceré a nuestros padres de que tú harás ese trabajo por ellos y entonces, Koko no tendrá que pasar por ese mal momento.
Seishu analizó la propuesta, la mirada preocupada de Akane y un posible escenario catastrófico donde sus padres se enteraran del gran secreto que oculta Kokonoi: un completo desastre. Pero más aún, un corazón roto que no volvería a sanarse si fuera él mismo quien propiciara eso. Por más que se convirtiera en el verdugo, no estaba listo para ser el culpable de las lágrimas de Akane.
—Está bien, lo haré. Sin embargo, tú deberás actuar como si no supieras absolutamente nada o él mismo podría sospechar de esto —advirtió. —. Haré todo lo posible para que tu novio se sienta como en su casa...
La sonrisa de Akane fue suficiente para él. Además, era la oportunidad perfecta para desenmascararlo y que revelara sus intenciones sin necesidad de involucrar a Akane. Sin lugar a dudas, era la oportunidad perfecta para quitarse las máscaras.
«Gracias, hermana. Esa noche le mostraré a ese tipo que nadie jugará contigo. Esa noche, su máscara de amor incondicional se destruirá.»
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